Soy el lobo que camina bajo la luna llena, sobre los copos de los árboles yo voy buscando el hielo donde está el niño, un niño estelar que entre los árboles nublados y los congelados caminos está desaparecido, él es la chispa de fuego, es el amor de la roca fría al abrazarlo entre la hierba multilateral, delirio de la afirmación, control del gusto y el calor en la arena, el recuerdo más frío que el hierro, el reflejo más candente sobre las miradas de la gente.
El niño ya no tiene como entrar al Valhala, los deseos firmes de habitar en un infierno sin guerra son realidad deprimente, no hay batalla, no hay presa, no hay frivolidad y lujuria en los gritos pasionales de la sangre.
Son los días del cielo un encierro divino de las estrellas cada noche, está mi lengua rajada por la comunicación inadvertida del apaciguante silencio de los vacíos encerrados, enclaustrados, condenados a un eterno miedo a morir.
Ruedas del tiempo fuerzan el control de los días y en ellos la pérdida inconsciente de los mismos y mi anhelo de encontrarlo a él, pasa uno, pasan diez, pasan los pensamientos y el hueco eterno de la vida en las melodías de desesperación, desvanecidas en ese pálido meditar de tu silencio... ven.
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