En una época olvidada por la mayor parte de los habitantes de esta tierra una dríade habitaba en un espeso bosque de pinos, robles, nenúfares y arbustos lleno de verdes colores y fragancias de púrpura libre, todo en la copa del viejo roble la cual era su casa, llena de historias de tiempos ancestrales y una maravillosa visión a las estrellas.
Era una noche de fiesta y todas las hadas del bosque se han de haber reunido, diminutos seres con alas de mariposas desahogando el polvo mágico sobre las tierras dando la bienvenida a los visitantes, un bosque libre ubicado en el jardín de una villa, en el centro de una ciudad concurrida cruzada en la misma dimensión donde viven los seres humanos. Las hadas cruzaban el portal de los manantiales en el reino de las ninfas visitando de cuando en vez el reino de los humanos al recorrer los increíbles paisajes extemporáneos.
Un día normal, ella, la dríade, valentina, cumplía su labor de cruzar por el reino de las ninfas para proteger los árboles del conocimiento en especial su roble pomposo de los leñadores que avariciosamente deseaban derribar, ohh a tan majestuoso y milenario brazo del cielo que en el hamaquear de sus sonidos cada noche a quien su regazo se sentaba tenía la sensación de abrazar las estrellas. Una noche muy fresca nuestra dríade tuvo un sueño triste y desacogedor en el cual un grupo de leñadores con máquinas no antes vistas derribaban los robles en el reino de los humanos, déspotamente acababan con las casas de las hadas sin saberlo, destruyendo el reino para en él construir su caos y destrucción.
Al despertar, sus gritos de impresión llamaron la atención de las salamandras que vivian en los piñeros que en su sueño también eran demolidos, una de las salamandras llamada Beatriz llego a su auxilio y al paso de unos minutos se dispuso a escuchar tal sueño y la historia triste que noches atrás ella también había soñado, un sueño premonitorio que enmarcó una visión que debián evitar a toda costa. El brillo y la fuerza del fuego se apoderó de Beatriz al sujetar a Valentina de la mano volando juntas hacia el reino de las ninfas para cruzar el portal de los manantiales iluminados con la luz de la luna, Valentina siempre caracterizada por su agilidad mental se dispuso a resolver tal problema con su gran creatividad, su espíritu progresista y cálido corazón que son sus más valiosas fortalezas.
Al saber de la visión de Beatriz y Valentina, todas las hadas se enfilaron por el portal del lago, sus mentes abiertas y receptivas les habían permitido percibir los sentimientos de Valentina y Beatriz que apagados estaban, uniendo una causa, salvar el reino, entregándole a una de las dos el instrumento mágico para salvar el bosque, el cual brillaría en su máximo esplendor en el momento debido revelando su verdadera forma y destino.
Emprendiendo su misión, se encontraron las dos hadas con un paisaje desolado, frío, lleno de piedras cuadradas, triangulares con cristales incrustados, humanos dominados cortando la vida y la naturaleza en esa noche inerte, tal cual el mundo del humano destructor; sorpresa ver a un joven que estaba brincando entre las ramas del roble con soltura y armonía como si los arboles le permitieran volar entre ellos sirviéndole de hogar dándole todo lo que el necesitaba, albergue, protección, hasta el punto de pensar que esos árboles en medio de la naturaleza eran su única familia, el llamó la atención de Valentina quien siguió observando detenidamente con su mirada seria y profunda mientras Beatriz siguió por los alrededores cuando se dio cuenta que en línea recta ya habían derribado muchos terrenos y el suyo era el siguiente, volvió preocupada encargando a Valentina de los nuevos acontecimientos pues ella debía retornar por refuerzos para evitar la destrucción de sus hogares, ya que por lo visto, el único que hacía algo por evitar la destrucción del bosque era ese joven de extrañas acciones quien obstaculizaba el avance de las máquinas momentáneamente, con una violencia graciosa de movimientos casi inocentes y perfectos, como la danza de las hojas en el viento sobre el frío de la noche.
Consciente del avance del deseo inconsciente de destrucción humano, el joven pudo ver el resplandor de la luz pequeña de los ojos de Valentina e impresionado, la siguió velozmente, en la huida, Valentina se escabullía por las hojas de los arboles mientras que este tipo parecía volar entre las copas de los mismos parándose en una y otra rama, saltando, casi volando hasta que siguieron la persecución sobre el lago, Valentina, confiada de su vuelo se detuvo, pero ese sujeto caminó sobre el agua lo cual fue una gran sorpresa, más cuando con su grácil acento se presentó:
yo soy John, un mago aprendiz y estudiante del bosque, guardián del equilibrio natural, de sus secretos y conocimientos, de sus maravillas, de la humanidad, de nuestros espíritus y de la magnificencia de los seres vivos, pupilo del reino de las hadas y tú eres un hada, lo reconozco, protectora y creadora de la naturaleza, inquieta, con sed de conocimiento y comprensión hacia la vida.
Sorprendida, ella dijo, yo soy Valentina, escéptica a lo que tú dices ser, vengo del bosque de la sabiduría, disfruto de mi soledad y siempre me gusta vivir algo nuevo, en estos momentos tenemos temor por el destino de nuestro reino y mis compañeras hadas pues el humano está acabando con todo, necesitamos toda la ayuda posible, dijo ella, aferrando su mano a aquel instrumento que le fue dado en su reino, una esmeralda en collar que brilló con tal fuerza e intensidad, sus alas se recogieron y la abrazaron, su cuerpo creció y se tornó en una figura humana, brillaban sus delgados cabellos y sus ojos como el reflejo de aquel cristal encomendado, cubierta con un vestido que asemejaba la luna llena en su brillo sobre todas las hojas y los pinos, un grato momento invadía el presente y un abrazo fue la mejor carta de presentación que cualquier historia desearía tener, tan cálido abrazo, tan sincero y regocijante, ayúdame Juan a salvar mi bosque, proteger a la naturaleza, claro! dijo Juan, fui yo quien en cada uno de tus sueños te visitaba, y te enseñaba a volar sobre el viento y las hojas al roble donde duermes, donde nada es imposible, donde el amor será un vivo recuerdo esperanzador que nos traerá de vuelta y permitirá que seamos uno en la energía de la naturaleza, ahora es tu oportunidad de salvar el mundo.
En ese momento Valentina le habla a las personas que contribuían a la tala del bosque dirigiéndose con grácil acento: Este pequeño parque es nuestra muestra que en esta ciudad está la naturaleza viva del planeta, que este mundo no es nuestro, que debemos habitarlo tan amorosamente como él nos alberga sobre su superficie, por ello no podemos ni debemos derribar nuestros sueños ni la felicidad de nuestros descendientes o ascendientes, este planeta es solo un paso, nosotros disponemos tanto de él, como el de nosotros, la locura de vivir es la que nos da la cordura de sentir el amor en nuestros corazones, no me interesa lo casual o superficial en lo más mínimo y a ustedes tampoco debería importarles, es momento de entablar esa relación de amor genuina, profunda y duradera con nuestro mundo, así hayan tormentas y dificultades, es nuestra vitalidad y pasión lo que innovará las nuevas experiencias de vivir.
La magia del hada Valentina fue su espíritu de libertad y su deseo por ayudar siempre a los demás, ese mismo deseo que transmitió a los corazones de las personas que le escuchaban, salvando el bosque, salvando sus vidas y luchando por preservar la libertad de la naturaleza.
La magia del hada Valentina fue su espíritu de libertad y su deseo por ayudar siempre a los demás, ese mismo deseo que transmitió a los corazones de las personas que le escuchaban, salvando el bosque, salvando sus vidas y luchando por preservar la libertad de la naturaleza.